martes, 3 de diciembre de 2013

Bodas de Oro



Hace tres años, aproximadamente, mi abuelita hizo público su amor platónico hacia Diego Forlán. Hasta ahora, cada vez que aparece en la tele, mi abuelito no duda en hacer un esfuerzo para decir algo similar a "ahí está tu Forlán". 

Hace casi un año, cuando mi abuelito se puso mal y confundía nombres y personas, me llamó América en lugar de Andrea. Me pareció gracioso y se lo conté a mi abuelita. Ella, lejos de que le hiciera gracia, me dijo: "América se llamó una enamorada que tuvo. Qué bien se acuerda de eso".

Mi abuelita a veces le pierde la paciencia y le responde mal. Él no pierde oportunidad de molestarla, pero incluso con ley de hielo de por medio, ella me pide que le pregunte a él si quiere sus chocolates diarios. La respuesta siempre es sí. Entonces, saca de su cajón un par, me los da y me dice: "no le digas que yo te los dí". 

Ellos me lo han dicho por separado, en momentos distintos: no eliges amar, pero sí eliges a la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida. El amor se gasta, sí, pero si queda al menos algo chiquitito por lo que valga la pena luchar, entonces no tiene que existir un final cada vez que haya una pelea. Una relación es algo que se construye día a día. En la salud y en la enfermedad. Y es precisamente por eso que un día como hoy decidieron casarse. No por las puras hoy son 50 años desde esta foto. 

Felices Bodas de Oro, abuelitos. Hoy todo vale la pena.