miércoles, 24 de septiembre de 2014

En el fútbol y en la vida

No me has fallado. Eso lo sabes tú y lo sé yo. Me fallarás el día que dejes de causarme alegrías, el día en el que ya no tenga voz, cuando te rindas y hagas que me canse, cuando sienta que no vale la pena, que ya no me haces bien.
Hoy no. Hoy no me has fallado, porque me has hecho cantar, me has hecho sufrir, me has hecho sentir. Y de eso se trata. Siempre lo tuve claro. Yo te soy fiel y tú a cambio me haces sentir viva, con ganas de más. Jamás me ofreciste estar siempre bien. Tú sólo me ofreciste aprender, saber que no soy más que nadie, estar segura de que todo cuesta, que nada es fácil, que hay que intentar, luchar, sufrir para luego festejar. 
Hoy no se pudo. Pero no te refuto nada. Porque me has hecho tanto bien que reclamarte sería atentar contra todo lo bueno que me has dado. Y no lo haría. Menos por errores tontos como los de esta noche. Son cosas que pasan. Hay que perder para saber lo bueno que es ganar. Hay que caer para aprender a levantarse. 
Me duele, no puedo mentirte. Me duele pero no me tumba, no me mata. Me da más ganas de quererte, de estar a tu lado, de seguirte cuando otros te dejan. ¿Cómo lo hacen? Es algo que no entiendo. Y eso abre la herida. Porque en las buenas es imposible no quererte, pero en las malas se demuestra lo de verdad. Porque este amor no entiende de lógicas, números, puntos o resultados. Este amor va más allá. Porque incluso cuando no puedo estar, estoy. Es dar todo sin esperar nada a cambio. Sabiendo que sea cual sea el marcador, habrá una voz alentándote. Sabiendo que siempre habrá un partido más (en el fútbol y en la vida). 
Lo nuestro es tan sincero que no exige facturas de momento, porque se sabe que la cuenta ya está saldada y que las  alegrías causadas nos dejan deudas pendientes. 
No me has fallado. Me fallarás cuando el futuro, y las derrotas, pesen más que la historia. Cuando sienta que no puedes, ni podrás, devolverme el cariño que te doy. Tú me enseñas a sentir, a aprender, a vivir, y eso, ganes o pierdas, nunca va a cambiar. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Mal necesario

Él prefiere quererme cuando estoy lejos, cuando lo único que tiene de mí está en su mente. 
Prefiere quererme a la distancia, sin abrazos, sonrisas o palabras que aten. 
Él prefiere la confianza sin compromisos, no le gustan las promesas ni los reclamos.
Él prefiere quererme libremente, a su manera, y digo libremente queriendo decir libre de mí. 
A él no le gusta que yo quiera que me quiera. 
Me quiere porque le nace, porque no sabe no quererme. 
A él le gusta dar(me) la contra, y aparecer cuando no lo quiero querer, y obligarme (sin compromisos) a hacerlo. 
Me obliga sin promesas ni reclamos. Me obliga porque sabe que lo voy a querer. Me obliga porque sabe que yo tampoco no sé no quererlo. 

Pero yo prefiero quererlo cerca, cuando lo que tengo de él es él. 
Prefiero quererlo a mi lado, con abrazos, sonrisas y palabras (que no aten).
Yo prefiero la confianza con lealtad, con ganas, con motivos. 
Él prefiere quererme cuando nadie más lo quiere. Yo prefiero quererlo cuando es mi mejor opción. 
Me gusta compararlo, me gusta que no sea el mejor, me gusta saberlo y, aun así, preferirlo. 
Él no me prefiere. Él sólo sabe que me quiere sin mañana.
Yo lo quiero siempre. 
Somos incompatibles, pero nos queremos. Somos incompatibles por la manera en que lo hacemos. Somos males necesarios. Somos incompatiblemente eternos.