martes, 22 de septiembre de 2009

Junto a la luna.

No pasas desapercibido, y aunque la memoria a veces me traicione, eres alguien a quien no olvido.
Dame un tiempo más, quizás algún día logre entender. Tal vez en unos años, o un par de noches, encuentre en el cielo un motivo. Por ahora, solo entiende que te extraño.
No hay palabras, pero tú comprendes. Sé que me escuchas, sé que lo sabes.
No me dejes, no es tan fácil y tú fuiste testigo.

Te imagino, para querer creer que no te has ido, que me acompañas porque no me dejarías. Porque sabes que te necesito, porque entiendes que me haces mucha falta.
Déjame un par de abrazos, para no tener que extrañarlos.
Regálame unas cuantas sonrisas, para reír contigo y por ti.

Y que tus ojos nunca dejen de brillar, estés donde estés.
Contagia esas ganas de seguir viviendo, a todos los que no cumplimos aún nuestra misión.
Y gracias por tantos momentos, por tantas risas, y por esas lágrimas que nuestra mirada no pudo contener.
Gracias por demostrarme que cada mañana es un milagro, y que la vida es mucho más que un regalo.
Gracias por permitirme ser tu amiga, por protegerme cuando las tardes grises se volvían mi rutina.
Gracias por enseñarme que todo es un juego, que no siempre se puede ganar.
Gracias por recordarme que nunca estuve sola, y que gracias a ti, nunca lo estaré.
Gracias por dejarme ser parte de tu mundo, y enseñarme que no se necesita de mucho tiempo para saber lo que es ser feliz.
Espérame cerca a la luna, no lejos de una estrella, donde la luz brille un poco más y haya espacio para dos, prometo no tardar.



Te adoro loco.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Cielo gris.

Sé que me extraña- pensó.
Y el cielo gris se apoderó de su mente, ella cerró los ojos y creyó verte.
Imaginó que estabas tú, sonriendo, caminando entre la nada, buscándola.
Ella rió. Le gustaba creer que la necesitabas, le encantaba pensar que eras su héroe, el mismo que la rescató del futuro incierto, aquel que en una noche de invierno decidió crear una nueva historia.
Hacia frío, ella lo recuerda, cuando le dijiste lo que nunca quiso escuchar.
No hubo palabras que rompieran la calma, ni siquiera una frase que pudiera hacerla llorar. Tu solo pedias libertad, exigías un final.
Ella pretendió ser fuerte y con una sonrisa pintada –un disfraz- te vio partir.
No intentó detenerte, sabía que volverías.
Sin culpas, sin temor, te fuiste.

Entiendo- pensaba cada noche, mientras un centenar de lágrimas inundaba su rostro.
Solo intentaba comprender.

Sé que me extraña- pensó.
Y el cielo gris inundó su mundo, ella lo esquivó cerrando los ojos, pensando que cada mañana despiertas pronunciando su nombre, maldiciendo aquella noche de invierno, en la que te fuiste sin ganas de mirar sus ojos por última vez.

Ella no sospecha, siquiera, que tú ya eres feliz. Que cada final trae un nuevo comienzo, y que amaneces susurrando otro nombre ya.

Ella cierra los ojos y te imagina, en sus brazos, sin saber que tú sonríes, sin tener su vida como motivo, sin extrañar las horas que pasaste a su lado.

Ella aún piensa que tú volverás, cuando tú sabes bien que no dejarás aquel lugar, tan lejos de su presencia.

El cielo gris, no permitirá que se encuentren otra vez.